Me ha llevado tiempo decidir si me gustaba esta temprana colaboración de Teo Puebla para la serie clásica Rinoceronte, publicada en la década de los 70 por Everest; decidir, para ser más precisos, si la simpleza de sus ocres apuntaba ya al ingenuismo propio del luego Premio Nacional de Ilustración Infantil, o fue simple y llanamente fruto de la premura de un encargo editorial.
Al final creo que sí, que me gustan un montón.
Remontándonos a esa prolífica etapa del ahora afianzado pintor serio, cuando el toledano firmaba simplemente como Teo, la supuesta falta de elaboración en su trabajo quedaba compensada con colores expresivos y ese trazo desenfadado tan característico.
Compartan conmigo el hormigueo que se experimenta al sacar de la jaula estos pequeños dibujitos y echarlos a volar en la inmensidad de la red. Les deseo buena suerte en su periplo, que dependerá, no en poca parte, de ustedes. Pero qué cursi estoy hoy, eh.
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