Hay que ver la cuarta temporada de
The Wire al menos una vez en la vida. Por supuesto, después de las tres anteriores. Es difícil entrar, pero casi imposible salir. El retrato de estos niños en los suburbios de Baltimore, donde la venta y consumo de droga parece la única salida a un sistema educativo, político y social que no espera otra cosa de ellos, es una obra maestra. Desde los créditos y todos y cada uno de sus personajes, sin un minuto de metraje que sobre, Corner Kids justificaría de por si el visionado de la serie entera. Bueno, las andanzas del pistolero Omar también. Y un millón de pequeñas cosas más.
No lo digo yo, lo dice todo el mundo. Búsquenla. Pero subtitulada eh.
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