Como el protagonista de Alta fidelidad, yo también clasifico los discos por orden sentimental. Junto a los primeros de Leonard Cohen, por ejemplo, guardo apretaditas algunas de mis canciones fetiche en Le mètéque de Moustaki. ¿Sí? Pero disculpadme el esnobismo, tiene que ser en vinilo. Posad la aguja con suavidad y, al rasgar de luz, veréis notas musicales en suspensión, sitares y marimbas. Al fondo, en la penumbra, Moustaki empieza a cantar. Hay una mujer que le acompaña. Y si tu tocadiscos es automático podemos quedarnos allí con ellos para siempre, incluso invitar a ése truhán de Cohen y su coro de chicas para ¿por qué no? darnos un festín de vino tinto y naranjas en aquélla buhardilla de Paris que tú sabes.
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