Quim Monzó y la recreación de vida en ambientes controlados


Pues no, nunca había leido a Quim Monzó. Toda la vida vigilándonos mutuamente en los anaqueles de la librería y han bastado un par de hojas para romper el hielo. Quim Monzó escribe bien. No, qué coño, escribe muy-muy bien. E invito a una generosa degustación de sus virtudes como dinamitero de las apariencias, siempre ameno, económico y atento a las disfunciones domésticas, para revelarnos con cruel deleite El porqué de las cosas.
Todo buen cirujano no empatiza e incluso hace bromas mientras te secciona las tripas. Disfruta con lo que hace, y acaba viendo la gracia a cosas que -se supone- no la tienen. Tú también te sorprenderás riéndote de no imaginas qué.
Al margen de esto, estoy de acuerdo en alinearle con Raymond Carver, pues como el malogrado escritor norteamericano acordona a sus personajes en escenarios cómodamente controlables, e introduce un elemento extraño, no del todo imposible pero de consecuencias devastadoras.
Vamos: que nos tiene bien calados, Monzó

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