las lágrimas son el chewing-gum del pueblo napolitano (Jimmy)
Malaparte pasó del fascismo a la extrema izquierda como si tal cosa; de la crónica de guerra al teatro del absurdo, con idéntica temeridad; inevitable ser criticado por todos, y releerlo casi sintiéndote culpable. Pero cómo resistirse a su versión de la Segunda Guerra Mundial: diplomáticos cenándose a los peces del Acuarium de Napoles, el sabor de la mermelada de perro, niños revendiendo soldados americanos negros por horas, el rio Elba repleto de nadadores impregnados en fósforo que se niegan a salir por temor a convertirse en antorchas humanas... Y por encima de toda esta pirotecnia, que aún retumbaba en mi interior tantos años después, releyendo a Malaparte descubro a un inconformista nato, un tipo absolutamente libre y por ello de muy poco fiar en los tiempos que corren. Aún no lo tengo claro, así que tendré que encolar mi amarillento y desastrado ejemplar de Ediciones Reno (maravillosamente traducido, por cierto) y aplazarlo para una tercera lectura dentro de otra década. Os mantendré informados.
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