Madhouse (factoria nipona de referencia, desde Ninja Scroll hasta Summer Wars) ha sabido atrapar en una hiperbólica ráfaga de celofanes brillantes la idisincrasia del anime setentero, lo cafre del primer Mad Max y genuino espíritu trash-glam (toma ya), para una carrera en la que sólo vale ganar. El resultado es entretenimiento de primer orden, con personajes en permanente estado de furia lisérgica y un empaque visual difícil de describir.
¿Bueno qué, he sido suficientemente claro? ya veis, ¡y éso que no me ha gustado!
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