Redline. Animación sin frenos

Ésta es otra de ésas películas sobre las que no pensaba hablar, debo estar un poquito bipolar. Es verdad que el guión se gripa a los cinco minutos pero acabo de decidir que me da igual, porque Redline (2009) llega propulsada por una energía tan incontrolable que después de cruzar la meta te seguirá arrollando una y otra vez con sus carrocerías turgentes y ésas pilotos de grandes tetas bamboleantes. Eso es, en definitiva, lo que cuenta.
Madhouse (factoria nipona de referencia, desde Ninja Scroll hasta Summer Wars) ha sabido atrapar en una hiperbólica ráfaga de celofanes brillantes la idisincrasia del anime setentero, lo cafre del primer Mad Max y genuino espíritu trash-glam (toma ya), para una carrera en la que sólo vale ganar. El resultado es entretenimiento de primer orden, con personajes en permanente estado de furia lisérgica y un empaque visual difícil de describir.
¿Bueno qué, he sido suficientemente claro? ya veis, ¡y éso que no me ha gustado!

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