Hem para los amigos



Hemingway sabía que cuanto más breve, mejor. Eso iba por los relatos y por sí mismo




Cuesta imaginarse a Ernest Hemingway descerrajándose un tiro en el mentón, precisamente él, que hizo de la vida su mejor reportaje. Ahí nos la jugó bien: de todos los tópicos, sus favoritos se referían a sí mismo. Con Hemingway hemos pescado, cazado, peleado; nos hemos emborrachado y volado puentes. Nos hizo creer que París era una fiesta, pero al final los manteles sucios del bistró, el vino peleón e incluso su viaje de desintoxicación con Scott Fitzgerald empiezan y terminan en sus libros.
Sabía que cuanto más breve, mejor. Y eso iba también por sí mismo.
De ahí la escopeta bajo el mentón.
En la reedición de sus primeros 49 Cuentos (Delibros, 2010) Gabo reprocha cariñosamente que al estilo del Nobel se le vean las costuras. Es lo que pasa cuando tu literatura son tripas y corazón -¡más tópicos!-. También ocurre que el genio le funciona con intermitencias (cómo olvidar la masacre fratricida en la plaza de algún pueblo español descrita en Por quién doblan las campanas), por eso si queréis ir sobre seguro, probad primero con estos cuentos. Desde el arranque, La breve vida feliz de Fracis Macomber, sentiréis el pequeño e impagable gozo de haber descubierto a un tipo auténtico. Hem, para los amigos.

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