Interiorismo carpetovetónico II. Hoy, el mueble bar globo terráqueo


Años 60. El sueño de todo decorador celtibérico era esconderte el Brandy Garvey y la botella de Calisay en un minibar globo terráqueo, réplica del mueble seicentista italiano soñado que tanto decoraba tu hogar. Era más fácil verlo en el del vecino con ínfulas que en el tuyo propio, pero no se puede negar que vestía el salón-de-paso con el mismo señorío y empaque que un taquillón español y ponía literalmente el mundo en manos del alcohólico social que fue tu padre o, por no señalar, un tío lejano.
Dicho tío lejano (por no decir tu padre, insisto) se volvía, de repente, interesante: un hombre de mundo capaz de descifrar cartografías de chichinabo en un mueblaco con incrustaciones de marquetería, bronces, contrachapeado y barnizado a muñeca. No digamos ya si estaba retroiluminado y escondía espejos. Cuanto más bebías, más bonito te parecía.
Sí, el mueble bar globo terráqueo. Party time. Ese licor de menta que siempre había dentro. Achisparse con un gin fizz con pomelo y culminar la velada arrullándose contra el radiocabecero de la cama... Sin embargo un día decides que es demasiado aristocrático y poco operativo. De hecho no sale tu pueblo en el puto mapa. Y, como somos así de chulos, lo sustituimos por otra excitante novedad: la mesita tv-bar, que da perfectamente para otro post. Así que de momento lo dejamos aquí, si os parece...
Y sí, sí giraba.

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