A Sergio Algora († 2008) se le paró el corazón a los 39 años, como a su idolatrado Boris Vian. Tuve la enorme suerte de poder entrevistarle justo después de un concierto de El niño gusano en la Sala Arena de Madrid, cuando presentaban El escarabajo más grande de Europa (1998, BMG). No hubo mucha sintonía desde que propuse a Lewis Carroll como influencia suya en la primera pregunta. Se mosqueó y fue imposible volver a la zona de confort.
Sentado en la penumbra y empapado de sudor el cantante zaragozano se confirmaba, lo recuerdo con viveza, como el niño grande que siempre había imaginado. En aquella época yo estaba, igual que todos alguna vez, montando el puzle de mi vida. Algora era una pieza fácil de ubicar por su singular forma y color. Una década después todos los que asistimos a ese concierto habíamos dejado de existir, por mor de la regeneración celular o crueldad del destino. Seguramente yacen nuestros anhelos veinteañeros sepultados con Algora, y entre las manos escondamos una ficha de puzle.
Mejor ni mentar dónde quedaron nuestros anhelos veinteañeros... Nunca he escuchado este grupo, esta noche me pongo los cascos ;)
ResponderEliminarSupongo que todos tuvimos un grupo especial y diferente. El niño gusano fue el mio, y después de tantos años me apetecía ponerme triste escuchándolos. Lo de Algora fue una auténtica tragedia. Tengo que buscar sus poemarios. Saludetes, Enrique.
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