¡Ultramonstruoso! Aunque el propósito original de su tratado fuese catalogar las
malformaciones congénitas, es obvio que
Licetus († 1657) se dejó llevar por la misma tentación que
Ambroise Pare unas décadas antes al publicar su no menos sensacionalista
Monstruos y prodigios: mezclar morbosamente realidad y ficción, con
más interés en asombrar que divulgar. Sus libros eran el internete de la época, sin otro filtro que la desbocada fantasía del autor y la apariencia de rigor que daban a sus dibujos una pátina pseudocientífica.
Y, sin embargo, a su manera, estos señores hicieron progresar la ciencia. A Liceti no sé qué podemos deberlo, pero sí a Galileo, que era amigo suyo.
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