¡Archigram!, ¡Archigram!


Vieron ciudadanos inyectados en el interior de la cápsula. Vieron metrópolis oblicuas, reversibles, instantáneas.Y lo explicaron con todo tipo de detalles en ARCHIGRAM (1961-1974): revista fanzine de arquitectura telegrámica, especulativa. Ellos, que conspiraraban en Londres para levantar ciudades doblegadas al flujo peatonal, soñaban con módulos acoplables a los centros de ocio, trabajo y reabastecimiento. Si les dejasen, convertirían esas mismas ciudades en macroinstalaciones de construcciones interconectables en en infinitas variaciones. Y algún día, por fin, sus ciudades echarían andar. Un canto (no exento de ironía) a la vida moderna, el frenesí tecnológico y la obsolescencia pop.



Archigram, como movimiento arquitectónico utópico, se sustentó en siete conceptos: crecimiento, cambio, metamorfosis, incertidumbre, antizoning, consumibilidad y zona franca. Y sus collages y fotomontajes fueron en sí revolucionarios al anticipar el diseño virtual de zonas habitables, algo luego tan común en la era de la informática. Por cierto que la culpa fue, en gran parte, de un señor llamado Ron Herron.



Ahora abre bien los ojos porque el proyecto Archigram es una de esas cosas que te obligarán a preguntarte: ¿después, qué?
Pues después, ciudades dormitorio. Divisiones interiores de panel yeso laminado tipo pladur con aislamiento en todas las divisiones y pintura gotelé color blanco. Suelos de tarima sintética. Etcétera.








































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