El mérito de Bedevilled reside en acoplar su locomotora narrativa de proporciones industriales a los frágiles raíles del género de terror. Cheol-soo consigue así un slasher evolucionado, siempre a punto de descarrilar, siempre buscando el camino más escarpado.
Bedevilled narra la reclusión y el hostigamiento al que es sometida la habitante de una pequeña isla por parte de sus convecinos. Cada escena está pasada por la rueda de afilar y hace un uso catártico, peckinpahniano de la violencia para resquebrajar diametral y completamente los distintos (y muy dispares) sustratos que conforman su relato.
Así, aun despojada de su metáfora sociológica y los mecanismos de thriller psicológico que la retuercen, la cinta surcoreana seguiría funcionado como película de psicokillers en su variante exótica. Nada que ver con el siguiente trabajo de Chul-soo Jang, la también multigénero y sin embargo decepcionante Secretly, greatly (2013).
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