The Jinx (HBO, 2015), la vida como spoiler


Esta es la historia de un tipo que descuartizó a su vecino en defensa propia, entre otras muchas particularidades dignas de saberse. Una historia que se cierra en círculo: el del perímetro letal en torno a Robert Durst. La historia de un multiasesino o un gafe (jinx) y de cómo lo que no hizo la suerte por él, lo consiguieron el dinero y un abogado tejano que encajaría de perilla en un guión tragicómico de los hermanos Cohen.


The Jinx es una fantástica propuesta documental en seis episodios no exactamente innovadora, pero sí evolucionada respecto a los hallazgos de teoría y práctica que Andrew Jarecki ya desplegó en su incómoda Capturing the Friedmans. Los protagonistas en ambos casos intentan sepultar en ficciones su peligrosa disfunción, y el relato se mete hasta en la cocina de sus vidas sin que puedas saber realmente a qué lado de la mentira te han sentado a mirar.


Solo que este nuevo caso,el de la oveja negra repudiada por uno de los clanes familiares más respetados de Nueva York por ir dejando tras sí un extraño reguero de sangre y extravagancia, ha obsesionado al director hasta el punto de dedicarle primero una película (Todas las cosas buenas, 2010) y ahora esta investigación paralela a la oficial con conclusiones propias -aunque la mayoría de las pruebas no sean nuevas-. Por momentos Jarecki quiere que creamos a Durst porque nadie inventaría patrañas tan absurdas; sin embargo es el propio protagonista quien despeja la ecuación de la serie en ese final que ya es historia de la televisión y en el que, en una siniestra e inesperada cuarta pared, se dirige a nosotros por ese micrófono accidentalmente abierto mientras orina, eructa y se mira al espejo... si no es el reflejo burlón de Durst quien se dirige a nosotros, claro.

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