Grandma Moses, jolines con la abuela


Desconozco por qué me resultan tan llamativos los trabajos gráficos de una monja o, como en el caso que nos ocupa, de una señora mayor. Supongo que se desmarcan de la esnobismo gafapastil propio de ese mundo. El caso es que Grandma Moses (seudónimo de Anna Mary Robertson, 1860-1961) pinta exactamente como deberían hacerlo todas las abuelas del planeta, y sin embargo ella, sólo ella, ha sido encumbrada a icono del primitivismo por millones de nietos norteamericanos. No es para menos.
A primera vista, las suyas parecen obras de ganchillo (ciertamente su afición durante muchísimos años). Luego concluyes que, si obviamos lo pobre de la técnica, Moses sabe bien lo que se hace cuando ejerce de correa de transmisión entre el paisajismo campestre de Brueghel y el folk art norteamericano de segunda mitad del siglo XX.
Entonces la pregunta podría ser, ¿pero qué no me gusta de Moses? Pues absolutamente nada, amigos. Todo lo que ella pintó en sus últimos treinta años de vida me desarma por su sencillez y candor. Huele a ropa recién tendida y mies mojada. Si me parecen bonitos sus cuadros, que no me separo de Grandma Moses : An American Original (William Ketchum, 1996), uno de mis últimos hallazgos en Iberlibro donde se pueden adquirir no uno, sino varios ejemplares gastando menos dinero que te va a costar Lo que me sale del bolo de Mercedes Milá u otros superventas del momento. Pero eh: allá cada cual.







Comentarios

  1. Desarmado quedo ;) Hubiera preferido no saber que se trata de una abuelita pintando, pero ya el mal está hecho.

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