Provocar un incendio. Los últimos años de William Turner


Si pudiese resucitar a William Turner lo llevaría a ver los cuadros que vende Conforama para el salón, posiblemente la cosa más abominable que mis ojos han padecido. Turner, seguro, se aburriría inmensamente. Y sin embargo los barquitos de su primera y exitosa etapa podrían estar colgados en casa de tu madre. Cuadros en este plan:


De momento Turner era un portentado para el paisajismo romántico, tan radical en la técnica como convencional en el fondo. Pero no fue hasta 1830, en las postrimerías de su carrera, cuando desentornó las puertas del arte abstracto y su luz nos cegó. Ahora sus barcos eran así:


Y de repente todo eran atmósferas de acuarela incandescente y lienzos que arden, ¿no es increíble?
Qué pereza me dan todos esos estudios sobre las lluvias de ceniza sobre Londres racionalizando su evolución en el tratamiento de la luz y el color. Pero oiga usted: si fue un big bang de manual.
En Sweet and lowdown, aquel falso y simpático biopic del guitarrista de jazz Django Reinhardt, concluía muy acertadamente Woody Allen que fueron sus últimas grabaciones las más hermosas y tristes que jamás interpretó. Producción crepuscular, pero absolutamente libre y de síntesis. De eso me apetecía hablar hoy: de incendios, cuando y donde menos te lo esperas. Repito: 1830.

Venice with the Salute

Three Seascapes

Sunrise with a Boat between Headlands

Study of Sunlight

Sun Setting Over a Lake

Seascape with Distant Coast

The Burning of the Houses of Parliament

Sunrise With Sea Monsters

Preparatory Study of Two Seated Figures

Sunset

Montjovet from Below St Vincent

Val Aosta

Stormy Sea with Dolphins

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