Nunca he entendido cómo hay autores capaces de escribir varios volúmenes de sus propias memorias, cuando la mayoría de los mortales -los más afortunados- podemos resumir las nuestras como el trayecto de casa al trabajo. Miguel Gallardo sí tiene algo que contar, pero sobre su hija autista. De ahí que agregue al título, María, un "y yo" en chiquitito: porque él es un espectador más en ese escenario donde todo es rojo y negro, y donde la autocompasión ya no sirve para nada.
Seguramente el tono hábilmente ligero, pero de calado a la vez, esconde la clave del éxito de María y yo. De otra forma no habría sido más que su cuaderno de apuntes durante un veraneo en Canarias, ni menos que el testimonio de dos personas "distintas como todas". Gallardo acierta también en el lenguaje (casi un borrador de sus emociones), y en el planteamiento gráfico (un relato gráfico, apenas secuenciado, pero de agilísima lectura).
Su proyección ha sido similar a la de otro fenómeno editorial de Astiberri, el estupendo Arrugas de Paco Roca. No es casualidad que María y yo va por la séptima edición, ni que diese pie a un documental que puedes ver íntegramente aquí. Te pido que no los dejes pasar.
Pues de momento, vamos con la novela y le doy al botón de "ver más tarde", que se me acumulan muchas cosas.
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