10 motivos para ver 'El viento se levanta'

El viento se levanta es puro Miyazaki y sin embargo no aspira a ser representativa ni universal. Si venderla desde los estudios de animación Ghibli como su testamento es algo más que una cruel estrategia comercial, el creador japonés estaría lanzándonos varios mensajes: el primero, que va a lo suyo y definitivamente pasa de los niños (tu sobrino puede quedar momificado en la butaca tras dos horas de exposición a El viento se levanta); el segundo, que se la trae al pairo también gran parte del público adulto (tu cuñado puede quedar igualmente momificado en la butaca tras dos horas de exposición a El viento se levanta); y tercero, que sabe que hay un espectador, el suyo, que quiere más Miyazaki, no necesariamente el mismo, no necesariamente mejor.
En definitiva, desequilibrios de metraje aparte, estos son diez motivos –mis diez– para deleitarse viendo El viento se levanta.


1. Empezamos con una imagen familiar: la bandada fantasmagórica de aviones que migra al cielo. Remite a Porco Rosso, título de mayor ingenuismo pero en un contexto histórico similar, y de manifiesta fascinación por la aeronáutica. Esta vez el desfile celeste sirve para demarcar el territorio de la fantasía y la imaginación creadora frente a su uso práctico en la vida real como máquinas de destrucción. Jiro, el protagonista, insiste en justificarse: sabe el destino de sus prototipos, pero él sólo diseña naves hermosas.


2. Los estampados. Sirven de aderezo visual para una ceremonia matrimonial improvisada, y acompañan a una resignada Naoko hasta que la enfermedad y la convalecencia (otra constante en la filmografía de Miyazaki, piénsese en el escapismo narrativo de Mi vecino Totoro) vuelcan su historia al gris. Los colores, literalmente, florecen en torno a ella.


3. Sorprende escuchar sonidos humanos recreando los temblores sísmicos y el rugir de los motores. Si el animismo japonés recorre en perpendicular los guiones de Ghibli, aquí se lleva al extremo de ilustrar la acción con onomatopeyas. Hay que tener en cuenta que para los efectos de sonido de Porco Rosso, dos décadas atrás, se buscaron motores reales de la época entre coleccionistas de toda Europa. Esta nueva solución da un mayor sentido orgánico a los hidroaviones cuando se estremecen como criaturas vivas durante el despegue, o a la morfología de Kanto al serpentear dolorosamente sobre su lomo combado por el terremoto de 1923.


4. Las sombras negras que amenazan al protagonista en sus sueños infantiles bien podrían haber escapado del balneario de El viaje de Chihiro. Evanescentes, indistinguibles, pilotan los bombarderos del futuro. Naves como alguien ha de diseñar.


5. Homenaje al expresionismo alemán. Miyazaki resume el ascenso del nazismo con una persecución de pocos segundos que se proyecta a contraluz con simple, rotunda significación. Una vez más, los personajes prefieren mirar hacia otro lado y el foco desaparece tras una esquina.


6. Rojo sangre. Las referencias a ismos pictóricos del siglo XX son habituales en Ghibli; ahora adivinamos un cuadro de Boeklin a mitad de película y después aparece otro personaje femenino pintando cuadros impresionistas, idea ya presente en La colina de las amapolas. Pero escuchar cómo Hisahishi derrama su melodía sobre la escena en que, a su vez, vemos el rojo vomitado encima de un lienzo, es de una contundencia poética inusitada en Miyazaki.


7. Objetos voladores como nexo y resorte de la acción. Los personajes revolotean y chocan entre sí cuando persiguen aviones de papel, sombreros y paraguas que el viento arrastra. Cual golpes de brisa, el destino sacude a los protagonistas reubicándolos a capricho cada vez que "el viento se levanta". Hay que intentar vivir, concluye la cita de Paul Valery.


8. Tapiz humano. Miyazaki ya ha demostrado muchas veces su dominio de las escenas de masas, sobre todo coreografiando La princesa Mononoke. Sólo en pantalla grande puede entenderse su genio para dominar ese enjambre de trayectorias y colores, y hay mucho de todo ello en El viento se levanta.


9. Una reflexión sobre el vínculo entre naturaleza y diseño. Sin acudir a su habitual discurso ecologista, el autor medita sobre creaciones imbatibles como una simple espina de caballa, capaces de inspirar diseños aerodinámicos. Por extensión, lo hace sobre el poder de los elementos, el dominio del viento, la belleza intrínseca de los materiales, la consecución de los sueños y la fragilidad de talento (que cifra en 10 años, a lo sumo, durante la vida de un hombre).


Y 10. Capturar lo efímero. Estudios de nubes; detalladas espirales generadas por las hélices; interpretaciones psicológicas del paisaje... El viento se levanta es por encima de todo un maravilloso catálogo de cielos que devuelve a Miyazaki a su elemento natural, y a nosotros con él.

Me habéis pillado. Releyendo estas diez razones, reconozco que no puedo ser parcial con la obra de este director japonés. Y aun siendo consciente de las carencias que impiden a El viento se levanta ser una película sobresaliente (sobre todo cierta morosidad en algunos tramos, frente a la precipitación incomprensible en el desarrollo del resto), un mundo sin nuevos títulos suyos será un poquito más horrible y menos habitable. Ya lo veréis.

Comentarios

  1. Yo tampoco soy parcial. Soy de Miyazaki hasta lo irracional. En la Ghibli no queda nadie a su altura, una lástima.

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  2. Por cierto, acabo de llegar del cine. Yo le doy el sobresaliente, sin ninguna duda.

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    Respuestas
    1. gracias por la actualización. ¡Me alegra que coincidamos! Aunque como dices, no seamos nada imparciales

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  3. No la vi, pero lo haré. Entre Enrique y tú me habéis despertado la curiosidad.
    Saludos.

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  4. ¡aprovecha en pantalla grande, si puedes, marybel!

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